jueves, 4 de junio de 2009

Personas

“Niños desde los tres a los 16 años aprenden a gestionar sus propios sentimientos y a relacionarse con los demás de manera positiva a través de las clases de inteligencia emocional que imparten la ikastola Laskorain y el centro Hirukide de Tolosa”, reza la cabecera del artículo de Ane Paguey publicado en el diario Noticias de Gipuzkoa a jueves, 4 de Junio de 2009.

No podía creer lo que estaba leyendo; clases de inteligencia emocional. Y mientras leía el artículo, no he podido parar de pensar lo genial que me parecía esta iniciativa, pero también qué hubiera pasado si la hubieran implantado en mi ikastola cuando yo era pequeño. ¿Sería la misma persona ahora?

“Si nos damos cuenta de que estamos asustados, nos cogemos de la mano y si vemos que alguien está triste, le abrazamos y le damos besos”, le cuenta una niña a la periodista. ¿Es este el final del bullying?

Incluso desde antes de que existieran los colegios, ya existía esa vieja costumbre propia del ser humano de apartar a lo diferente, ese miedo irracional al que no es igual a uno mismo, y que en los niños se manifiesta marginando a los que mejores notas sacan, a los que no les gusta jugar a lo mismo que juega el resto, a los que comienzan a manifestar otras inquietudes y piensan de forma diferente a los demás.

Estos pequeños individuos son rechazados por el grupo de forma sistemática. Una situación dramática para un niño, que todavía no sabe manejarse en el mundo de las emociones, y lo único que encuentra es rechazo por parte de sus compañeros.

Una situación, si cabe más cruel, por esa inocente maldad característica de los más pequeños, que todavía no son conscientes del daño que pueden llegar a hacer al otro.

Estas injusticias que los que ahora son padres tildarían de pequeñeces, cosas de críos, acarrean serios problemas futuros para los niños marginados o maltratados por sus compañeros. En muchos casos inhiben sus habilidades sociales y crean numerosos complejos que los condicionarán para el resto de sus vidas, entre otros problemas.

Por eso, durante todo ese proceso en el que desarrollamos nuestra personalidad, es muy importante contar con un equilibrio emocional. Y no únicamente dado en el entorno escolar, sino también en el familiar.

Y es que muchos padres no saben establecer y mantener una relación afectiva positiva con sus hijos. Muchas relaciones se basan en el castigo/premio, en el miedo, en la incomprensión… y a medida que el niño crece, estas relaciones terminan, en la adolescencia, convirtiéndose en un fenómeno muy habitual hoy en día: la incomunicación entre padres e hijos.

“Es impresionante, porque ves a madres que vienen sorprendidas y te cuentan que su hija les ha dicho: ama no te tienes que reñir, no me tienes que pegar, tenemos que sentarnos en un txoko y hablar para solucionar las cosas”, le dice la directora de uno de los centros a la periodista.

¿No os parece algo sorprendente? Yo que siempre he criticado el sistema educativo, ahora me quedo de piedra al ver lo que se está consiguiendo en estos dos colegios: formar personas. Personas conscientes de sus emociones, personas que saben exteriorizar sus sentimientos, comprender al otro cuando tiene un problema y necesita ayuda, establecer el diálogo ante los conflictos y mantener relaciones positivas con el resto de compañeros.

Creo que si iniciativas como ésta se llevasen a cabo en todos los colegios, dentro de diez años no se hablaría de profesores agredidos por sus alumnos, violencia y suicidios en las aulas, padres maltratados… Y quién sabe, quizá dentro de veinte años no estaríamos hablando de adolescentes embarazadas, de reformatorios de menores… Y puede que dentro de treinta años apenas hubieras noticias de ataques racistas y la violencia machista fuera un tema puntual…

Alguien puede pensar: “Claro, y ya puestos, dentro de cuarenta años viviríamos felices en un mundo sin guerras ni hambre…”

Eso no lo sé. Sé que éste al menos es un gran paso en la educación de los que vienen. Un paso que ha tardado mucho en llegar desde que descolgaran los cuadros del Paco y un poco más tarde, esos palos cruzados sobre los que todos los días los niños tenían que contemplar la visión de un hombre agonizante.

Primero nos educaron para ser soldados, luego para ser miembros de un rebaño, más tarde para ser máquinas de trabajo y consumo.

Parece ser que por fin nos van a educar para ser lo que realmente deberíamos de ser: personas.


Por Iker Azkoitia.


Artículo publicado como colaboración en Noticias de Gipuzkoa el martes 9 de Junio de 2009, en la sección Colaboración.

1 comentario:

  1. Iker, es lo más sorprendete y más inteligente que he leido de ti.
    Enhorabuena, me has dejado sin palabras. Con las tuyas ya lo has dicho todo.
    TODO.
    Impresionante y absolutamente acertada reflexión!

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